CDMX a 22 de agosto, 2024.- Claudia Sheinbaum, presidenta electa de México, ha iniciado su mandato con una estrategia clara: marcar una “sana distancia” entre su gobierno y Morena, el partido que la llevó al poder. A pesar de esta intención, expertos opinan que esta separación podría ser más retórica que real, ya que Sheinbaum continuará siendo una figura central dentro de Morena, influyendo en su rumbo y decisiones.

Desde su primer discurso como presidenta electa, Sheinbaum dejó claro que uno de sus objetivos es evitar que Morena se convierta en un partido de Estado, como lo fue el PRI en su momento. Para ello, ha propuesto un Congreso Nacional en septiembre, donde se actualizarán los estatutos de Morena y se elegirá a una nueva dirigencia que deberá llevar al partido por un camino independiente del gobierno.

En su intervención en el Teatro Metropolitan, Sheinbaum expresó: “Es necesario trazar una ruta clara que separe la labor del partido y la del gobierno en el proceso de Transformación”. Esta declaración apunta a un intento de distanciarse de la estructura partidista y enfocarse en gobernar para todos los mexicanos, más allá de los intereses de Morena.

Aunque la propuesta de Sheinbaum parece encaminada a establecer límites claros entre su papel como presidenta y su relación con Morena, algunos analistas consideran que esta distancia será más simbólica que práctica. Aldo Muñoz Armenta, catedrático de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UAEMEx, señala que en un régimen presidencialista como el mexicano, es difícil separar completamente al presidente de su partido.

“En México no es bien visto que el presidente se asuma como líder de su partido, aunque en otros países esto es común. Sin embargo, el presidente sigue siendo la figura más importante dentro del partido que lo llevó al poder”, explica Muñoz Armenta.

Jacques Coste, historiador y consultor político, sugiere que la intención de Sheinbaum podría ir más allá de una simple separación discursiva. Para él, la presidenta electa busca crear sus propias redes de poder dentro y fuera de Morena, estableciendo un espacio de autonomía que le permita gobernar sin las sombras de López Obrador o de otros actores políticos.

Coste compara esta estrategia con la “sana distancia” que Ernesto Zedillo intentó establecer entre el PRI y su gobierno en los años 90, buscando evitar la influencia del expresidente Carlos Salinas de Gortari en su administración. “Sheinbaum podría estar buscando que Morena responda a ella y no a López Obrador ni a otros líderes dentro del partido”, destaca.

El reto para Sheinbaum será equilibrar su rol como presidenta de todos los mexicanos mientras mantiene su influencia dentro de Morena. Aunque ha declarado que no intervendrá en la vida interna del partido, las decisiones que tome durante su mandato inevitablemente afectarán a Morena y a su futuro político.

El 1 de octubre, cuando tome posesión oficialmente, será el inicio de esta “sana distancia”, que pondrá a prueba la capacidad de Sheinbaum para liderar un gobierno inclusivo y al mismo tiempo mantener su relevancia dentro de Morena. Con el Congreso Nacional de Morena programado para septiembre, el partido podría estar en la víspera de una nueva era bajo la dirección de una nueva dirigencia, mientras Sheinbaum se enfoca en los desafíos que enfrentará como presidenta.

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