CDMX a 14 de octubre, 2024.- Un estudio del Instituto Belisario Domínguez (IBD) revela que la deuda pública en México ha experimentado un aumento considerable en las últimas tres décadas, alcanzando 16.6 billones de pesos (50.5% del PIB) en agosto de 2024. El informe analiza la evolución de la deuda pública federal desde 1994 hasta la actualidad, identificando patrones y proponiendo soluciones para garantizar una gestión financiera sostenible.

 

La investigación del IBD destaca una tendencia mixta: entre 1994 y 2007, la deuda pública disminuyó en proporción al PIB, cayendo del 28.5% durante el gobierno de Carlos Salinas al 17.8% al final de la administración de Vicente Fox. Sin embargo, desde 2008 la deuda ha crecido de manera constante, alcanzando 32.4% del PIB con Felipe Calderón, 44.7% con Enrique Peña Nieto y ahora 50.5% con Andrés Manuel López Obrador.

 

El crecimiento en las últimas administraciones refleja el uso de la deuda para enfrentar crisis económicas globales y financiar programas sociales. Sin embargo, este nivel de endeudamiento también plantea riesgos para la estabilidad fiscal, pues una mayor deuda reduce el margen de maniobra del gobierno para responder a futuras contingencias.

 

El estudio subraya la importancia de reducir el endeudamiento para mantener la salud financiera del país. Según los expertos, esto requiere impulsar medidas que permitan aumentar los ingresos públicos de manera equilibrada y sostenible, evitando al mismo tiempo presionar a la economía o incrementar la carga fiscal sobre los ciudadanos.

 

Entre las soluciones propuestas, se destacan reformas fiscales progresivas, que mejoren la eficiencia de la recaudación y reduzcan la dependencia de recursos petroleros, así como la promoción de un gasto público más eficiente para garantizar su impacto en la economía.

 

El IBD reconoce que la deuda pública puede ser una herramienta útil en tiempos de crisis, pero advierte que un endeudamiento elevado sin una gestión adecuada pone en riesgo la estabilidad financiera. Para mantener una economía resiliente, es vital encontrar un equilibrio entre las necesidades de inversión pública y la sostenibilidad de las finanzas a largo plazo.

 

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